martes, 27 de enero de 2015

Incomprensible.

A veces no entiendo nada,
pienso y caigo en la cuenta que ha llegado el fin, que los momentos han pasado y nosotros hemos acabado, y que nada volverá a ser como ha sido.
Cada uno vuelve a su camino echando una mirada hacia atrás, para recordar y hacernos daño, y nada más.
Pero hay que ver el camino que nos queda por delante, porque aunque ahora este sea de tierra, sabremos asfaltar y seguir adelante, siempre adelante.


viernes, 16 de enero de 2015

Para ti, querido nuestro.

"Ya no queda nada,
solo la tristeza,
solo la rabia,
que alguien como tú,
se marchara.
¿Dónde estás,
pequeño nuestro?
¿Por qué te has ido,
y no te has despedido?
Pero nunca desaparecerás.
Siempre te quedarás aquí,
y esto no tendrá
nunca final."

miércoles, 7 de enero de 2015

Injusticia en primera persona.


Los gritos me despertaron como cada mañana, desde que tenía 16 años.
Me levanté y me dirigí hacía la cocina, mis padres habían discutido la noche anterior y la cocina estaba echa un desastre.
Miré el reloj, las siete y media, hoy ha madrugado mi vecino ¡Pobre mujer! -Me dije a mí misma.-
Me puse a recoger todos los objetos que se habían arrojado mis padres la noche anterior y a poner un poco de orden entre tanta suciedad y bicho andante.
Me quedé fijamente mirando la ventana, imaginándome un mundo en el que no existiera el maltrato, la suciedad, ni las injusticias. Pero miré a mi alrededor y me di cuenta que todo lo que soñaba nunca existiría en mi vida. Tengo que afrontar mi realidad, mi destino -me dije a mí misma-.
Desperté a Rosalía, de diez años y a Joselito de cinco añitos, mis hermanos pequeños. Al ver el desayuno tan humilde que había comenzaron a reprochar. Pero ¿Qué les iba a decir? Si los únicos pesos que entraban en casa eran los pocos que me daban recogiendo la basura de los demás, desde que echaron a mi padre de la comisaria por su problema con el alcohol.
Los llevé al colegio y después me dirigí a mi trabajo.
Me puse mi uniforme y me fui a limpiar las calles de mi ciudad, México.
Odiaba mi trabajo, recoger toda la porquería de aquella gente, a la cual el medio ambiente y a la contaminación le mostraban el mínimo de importancia.
Al terminar indignada, me fui a por mis hermanos. Al llegar me encontré con Doña Avelina, la profesora que me transmitio la pasión por las leyes.
Nos abrazamos y sin querer pasaron tantos momentos por nuestras cabezas emocionándonos.
Al llegar a casa escuché llorar a mi madre y corriendo fui a ver lo que sucedía. La pobre tenía toda la espalda de moratones, esta vez mi padre se había pasado. Indignada, entre lágrimas le supliqué irnos de allí, de aquel infierno en el que vivíamos metidas hasta el fondo. Pero sabíamos que si nos marchábamos mi padre nos encontraría, se llevaría a mis hermanos y a mi madre, y a mí… Destruiría mi vida, hasta el fin de mis días. Eso me aterraba, pero así no podíamos seguir viviendo, nos marcharíamos como fuese, lo tuve clarísimo cuando vi la lágrima de mi madre, precipitándose por su triste rostro.
Pusimos todo en orden, y transcurrido una semana cuando teníamos a mi desgraciado padre engañado, cogimos un autobús rumbo a Cuernavaca, a unos 50 kilómetros de México. Con la adrenalina que corría por nuestras venas no nos percatamos de las miradas que se posaron en nosotros mientras nos montábamos en el autobús, unas amistades de mi padre nos observaron .
Cuando llegamos a Cuernavaca, la imagen que nuestros ojos pudieron observar nos hizo creer que habíamos entrado en el paraíso.
Nos dirigimos a un albergue, donde pudimos disfrutar dos noches. A la tercera, por desgracia, todo acabaría. Pasemos de la libertad a estar más encerrados que nunca, y es que el desgraciado de quien se hacía llamar Padre, nos encontró.
La última imagen que tuve de mis hermanos fue cómo se alegaban en un coche con Madre.
Yo al contrario -no se si llamarlo suerte porque perdí de vista a padre, o desgracia por donde me había llevado- fui raptada por unos agentes y llevada a prisión.
Por el camino pude mantener una conversación con estas personas, en la que me hicieron ver que no eran tan crueles como pensaba, y en la que me contaron todo lo que había sucedido desde nuestra escapada:
Mi padre movió todos sus contactos para encontrarnos y me denunció por secuestrar a mis hermanos, me pareció tan gracioso que no nombrase a mi madre ¿Ha caso ella no me acompañaba? ¿Por qué no aparecía en ningún lado?
No sé cómo se lo montó, pero lo hizo de tal manera que me metieron directamente en prisión, sin juicio, solo con acusaciones.
En ese mismo instante maldecí toda la corrupción en la que me sentía sumergida.
Gracias a Einsten, mi compañera era una increíble, hizo todo lo posible para que saliese adelante, y construyese una esperanza, la cual la había perdido totalmente y si no fuera por ella no hubiera podido contaros mi historia.

El tiempo que estuve allí me dio para estudiar derecho y conseguir un título de abogada.
A los 6 años de estar presa, harta de enviar cartas a todos los superiores de la cárcel, me escucharon e investigaron mi caso.
Parece ser que mi padre, al tiempo de yo entrar en prisión tuvo un accidente de tráfico estando ebrio, en el cual falleció.
Y por desgracia, de mi madre y mis hermanos no sabían nada.
Al descubrir que todo era un error me dejaron libre y me dispuse a encontrar a mi familia.
Fui a mi antiguo barrio, pero mi casa la encontré abandonada.
Mi vecina de siempre al verme se me acercó muy contenta, y me contó que gracias a mi madre ella tuvo las fuerzas para separarse de su marido y echarle de casa, y por fin, ser realmente feliz.
Al morir mi padre, le dieron una paga a mi madre y se fueron a vivir lejos de todo aquello, dejando atrás todo el pasado, toda la tristeza vivida.
Me puse en camino a mi nuevo hogar, junto a mi familia. Comencé a ejercer de abogado pudiendo defender a gente inocente y comenzando a cumplir todos los sueños, los cuales un día los había dado por imposible.
Fue el principio, de una nueva vida.